14 barreras de comunicación orientadas al remitente y al receptor

14 barreras de comunicación orientadas al remitente y al receptor

Una actividad tan compleja como la comunicación está condenada a sufrir reveses si surgen condiciones contrarias al buen funcionamiento del proceso.

Se les denomina barreras porque crean impedimentos para el progreso de la interacción. La identificación de estas barreras es extremadamente importante.

Según el papel observado por los dos participantes, categoricemos las barreras como:

  1. Orientado al remitente,
  2. Orientado al receptor

Barreras de comunicación orientadas al remitente

Las barreras orientadas al remitente pueden ser voluntarias o involuntarias. Cueste lo que cueste, se deben hacer esfuerzos por parte del remitente para identificarlos y eliminarlos.

como el El remitente es el iniciador de la comunicación., debería tener mucho cuidado de no erigir barreras.

Si su interacción genera o indica que existen barreras, la comunicación se detiene por completo.

Algunas de las barreras orientadas al remitente son las siguientes:

Mensaje mal expresado

No conocer bien el tema en discusión puede generar problemas de esta naturaleza. Es posible que el remitente no pueda estructurar sus ideas de manera precisa y eficiente. Lo que desea decir y lo que finalmente imparte puede no ser lo mismo.

La discrepancia surge tan pronto como se pronuncian las palabras. Uno de los criterios importantes a la hora de inicializar una comunicación es que las ideas sean concretas y el mensaje esté bien estructurado.

El receptor no debe sentir que la interacción es una pérdida de tiempo. En el momento en que surge este sentimiento, el oyente se desconecta y así cesa la proceso de comunicación efectiva.

Perdido en la transmisión

Este es un problema menor pero que gana en magnitud cuando conduce a una incapacidad para transmitir el mensaje real.

Una vez más, si la elección del canal o medio no es la adecuada, se pierde el impacto del mensaje. Esto es principalmente un ruido físico.

Sin embargo, la responsabilidad recae en el remitente, ya que debe asegurarse de que todos los canales estén libres de ruido antes de iniciar la comunicación.

Problema semántico

Las palabras que suenan altas y grandes se ven y suenan impresionantes. Pero si el receptor no es capaz de comprender el impacto de estas palabras, o si le suenan "griegas" o "latinas", todo el ejercicio resulta inútil.

Este problema puede surgir en la interpretación de las palabras o en el significado general del mensaje; también está relacionado con la comprensión de la intención detrás de una declaración en particular.

Para el receptor, por ejemplo, la santidad asociada con la palabra “blanco” podría verse violada cuando la usa descuidadamente.

El emisor debe comprender bien las idiosincrasias del receptor si no desea que surjan estas barreras en el momento de la comunicación.

La mirada del oyente debería ser suficiente para advertir al emisor que ha sobrepasado sus límites o que ha sido malinterpretado.

Comunicación excesiva/insuficiente

La cantidad de comunicación debería ser la correcta. Ni debe haber exceso de información ni demasiado escasa.

El exceso de información puede confundir al receptor, ya que tiene que descubrir el significado exacto del mensaje, y la escasa información le haría buscar a tientas la intención real del mensaje.

El remitente debe, en la medida de lo posible, intentar conocer el perfil del receptor para que en el momento de la comunicación sepa cuánto material se necesita y cuánto se puede prescindir.

Supongamos que comienza con alguna información que el receptor ya posee, este último podría perder interés porque es simplemente una repetición de lo que ya sabe.

Entonces, cuando llega al meollo del asunto, ya había perdido la atención del receptor.

'Yo' -Actitud

Imagine una comunicación que comienza y termina con el pronombre "yo". Qué tedioso será para el oyente permanecer sentado durante toda la interacción.

Si el remitente comienza cada frase con “yo”, esto conduce gradualmente a lo que se conoce como el síndrome del yo.

No sería receptivo a los cambios si el receptor los sugiriera; como tal, los cambios irían en contra de su formulación de ciertos puntos de vista.

Prejuicios

Iniciar cualquier comunicación con una actitud parcial o sabelotodo puede resultar bastante perjudicial para el crecimiento del proceso de comunicación.

Aunque es más fácil decirlo que hacerlo, cuando comienza la comunicación, se deben eliminar todo tipo de prejuicios y la mente debe estar libre de prejuicios.

Esto permitiría al remitente formular su mensaje, Mente, sin tener en cuenta sólo al receptor y sus necesidades.

Pensamientos como “La última vez que dijo esto…” o “La última vez que hizo esto…” o “Pertenece a este grupo…” pueden deformar la formulación del mensaje. Esta barrera también puede extenderse al receptor.

Si el entrevistado comienza con prejuicios en mente, él tampoco podrá escuchar la intención del mensaje. Su comprensión del mensaje se verá distorsionada.

Los mensajes se van a entender acerca de los prejuicios que alberga un receptor frente al emisor.

Barreras de comunicación orientadas al receptor

El receptor también puede tener algunas barreras en el transcurso de la interacción. Aunque su papel en la fase inicial es pasivo, se vuelve activo cuando empieza a asimilar y absorber la información.

Él es igualmente culpable si la situación sale mal y la comunicación se interrumpe, o si hay falta de comunicación.

Algunas de las barreras que emanan del lateral del receptor son las siguientes:

Mala retención

La retención es extremadamente importante durante la interacción.

Si el síndico tiene poca capacidad de retención, probablemente se perdería en el curso del procedimiento.

No habría conexión entre lo que se dijo inicialmente y lo que se dice ahora.

Podría contrarrestar las declaraciones en lugar de buscar aclaraciones que pudieran llevar a que el remitente tomara medidas drásticas.

Si el decodificador considera que su capacidad de retención no es buena, una estrategia acertada para él sería anotar puntos. No lo retrata de mala manera.

Al contrario, muestra cuán concienzudo es para transmitir bien el mensaje.

Escucha distraída

La mente tiene su forma de funcionar. Es muy difícil ejercer control sobre la propia mente. Escuchar es más un ejercicio de control de la mente y ejercitarla para asimilar mensajes.

Los errores al escuchar surgen principalmente porque el receptor no está interesado en lo que se dice o tiene otras cosas en las que concentrarse. El arte de escuchar es un ejercicio de concentración.

Tendencia a evaluar

Ser crítico y evaluativo son ambos puntos de partida para la falta de comunicación. Recuerde, una mente no puede realizar dos actividades al mismo tiempo. Si se trata de evaluar, no se puede escuchar.

La evaluación siempre debe ser una secuela del proceso de escucha. No se puede hacer simultáneamente escuchando.

En el momento en que el emisor abre la boca, si el oyente comienza a emitir juicios mentales sobre su estilo o contenido, se ha perdido una gran parte de lo dicho.

Naturalmente, sus respuestas serán incorrectas o expondrán su malentendido.

Intereses y actitudes

“No me interesa lo que dices” o “Mi interés está en otros ámbitos”. Iniciar cualquier comunicación con este tipo de indiferencia puede frustrar cualquier intento de comunicación.

Conviene prescindir de nociones fijas de este tipo. No es posible interesarse por todo lo que se dice. Pero iniciar cualquier comunicación con esta noción es peligroso.

Información contradictoria

La dicotomía entre la información que posee el receptor y la que se transmite puede crear confusión y dar lugar a falta de comunicación.

El conflicto entre la información existente y la nueva resulta en la eliminación de esta última a menos y hasta que el receptor sea cauteloso y verifique con el remitente la confiabilidad y validez del mensaje.

El remitente debe convencer al receptor de que lo que se dice ahora es correcto y relevante para procedimientos posteriores.

Estado y posición diferentes

La posición en la jerarquía organizacional no es un criterio para determinar la fuerza de las ideas y los problemas.

Rechazar la propuesta de un subordinado o albergar la idea errónea de que un joven no puede idear un concepto "eureka" no está bien. Muchas empresas han comenzado a alentar a los jóvenes a proponer ideas o soluciones a un problema en particular.

Luego, estas ideas se discuten entre los altos directivos y se comprueba su validez teniendo en cuenta el funcionamiento y las limitaciones de la empresa.

El propósito básico de este recorrido ascendente de ideas es que mentes frescas e innovadoras puedan encontrar soluciones únicas.

Si un individuo ha estado trabajando en una determinada empresa durante algunos años, es natural que su mente se condicione de una manera particular.

Desafiar a los recién llegados a innovar, como parte de la política de la empresa, soluciona los problemas de ego que pueden surgir si esto no es una norma aceptada.

Resistencia al cambio

Las ideas fijas, junto con la falta de voluntad para cambiar o discutir, dificultan la escucha y provocan falta de comunicación.

Los conceptos de novae que requieren discusión antes de que puedan materializarse, si son reprendidos, fracasan.

La responsabilidad recae directamente en el receptor, que no es perspicaz y no está dispuesto a cambiar.

Las personas con opiniones y puntos de vista dogmáticos resultan ser muy malos comunicadores y levantan un máximo de barreras.

Refutaciones y argumentos

Las refutaciones y argumentos son negativos.

Intentar comunicarse con el remitente basándose en la premisa de que las refutaciones y los argumentos pueden dar resultados fructíferos resultaría inútil.

La comunicación es un proceso en el que el emisor y el receptor sano están al mismo nivel.

Las minuciosas refutaciones o discusiones comienzan con argumentos; hay un cambio en el equilibrio entre los dos participantes, después del cual el receptor se mueve a una posición más alta concebida y el emisor permanece en el mismo nivel.

En caso de que sea necesario resolver algunas contradicciones, la discusión es la forma correcta de abordarlo.

Escuchar las opiniones del otro, intentar comprender o al menos demostrar que se ha comprendido, valorar y, finalmente, publicar las propias opiniones debe ser la secuencia a seguir.

La estrategia adoptada no debe hacer que el remitente se sienta pequeño o menospreciado.